> Miguel Garví, escritor: AL FINAL, VOLVEMOS AL PRINCIPIO

jueves, 17 de diciembre de 2015

AL FINAL, VOLVEMOS AL PRINCIPIO


Cosa grave fue la que ocurrió ayer en Pontevedra. Muy grave diría yo. Agredir a la segunda autoridad de un país es un hecho excepcional. Pero más grave, aun, si cabe, es que el agresor fuera un menor de edad. Un niñato que debería estar estudiando en su casa a la hora que ocurrió el atentado. Porque fue un atentado, lo queramos o no, se le quiera quitar importancia, limar asperezas, que para todo hay en la viña del Señor.

Me refiero, ahora, al título que le he dado al artículo. ¿Y cuál es el principio?, se preguntará Vd. Pues ni más ni menos que la educación. Sí la EDUCACIÓN con mayúsculas, esa capa que nos debería cobijar a todos, pero que lamento decirlo, está dejando de existir en algunas personas y en otras se está volviendo delgada, casi transparente, diría yo.

Viene siendo una constante y hasta un clásico el referirme a la educación. Para mí es la piedra angular sobre la que se construye la sociedad. Pero esa piedra angular, o bien desapareció, o, bien tiene defectos. En cualquier caso, hará que fracase el edificio y se hundirá más pronto que tarde.

Para encontrar el origen del problema no es necesario remontarnos muchos años atrás. Solo unas décadas son suficientes. Con la llegada de la democracia, cosa importante esa, algunos partidos políticos nos gravaron a fuego la desaparición del principio de autoridad. Autoridad que a muchos padres les vino muy bien delegar la educación en los maestros, y quitarse ellos el problema. Pero los maestros no están para educar, están para formar al niño. La educación es obligación única y obligatoriamente de los padres. Pero claro es más fácil dejar al niño en su habitación con el ordenador, la play, el móvil... que se entretenga y nos deje tranquilos; y luego vienen las consecuencias. No quiero decir que todos los niños son agresores en potencia, pero si no se les educa en unos principios, se puede llegar a serlo. Quizás no sean capaces de hacer algo tan grave como el hecho que comentamos, pero si de algunos actos no por menos graves. Mire el lector a su alrededor, si tan solo le dedica un minuto, observará cosas que no son de recibo. No se respetada nada, la gente está como desquiciada, no se puede hacer el más mínimo comentario sin ser insultados e incluso agredidos.

España es un país acomplejado, y uno de esos, es el problema de los menores. La Ley del Menor. Una chapuza de nuestros políticos que llevará este asunto, según los juristas, a una pena máxima de dos años de reclusión en un reformatorio, que en la práctica se convertirá en menos de un año. ¿Es, o no, una vergüenza? Pues así están las cosas.

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